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3 sept 2010

Un viaje a mi planeta, llamado AUSTRIA

Reflexión

Para un ANUNNAKI son 11 años como un mes, para mí era una eternidad.

Después de 11 años de viaje por el universo, aterrice en mi planeta.

Queridos lectores.

Ya vi mucho en mi vida. Vi el sol amanecer en tantos lugares remotos de la tierra.

Vi el atardecer, el puesto del sol sobre mar, sobre ríos enormes, en ciudades enormes y pueblos pequeños, o en montes, en el corazón de América del sur.

Pasé noches incontables en los campos, donde por falta de alumbramientos de lámparas eléctricos las noches se ponen oscuras a tempranas horas, y las estrellas se acercan para poder tocarlas.

Escuche el ruido, que hacen los tigres con sus orejas cuando están a metros del campamiento. Vi sus huellas alrededor en las mañanas. Son diferentes a los del perro. No largan sus garras y se ve solamente la huella de sus dedos.

Conocí el canto del tucán, cuando se desplazo de un árbol alto a otro y su pronostica de una lluvia era infalible.

Su pico con los colores naranjado y amarillo fue años un entorno de mi escritorio. Los indígenas lo mataron con honda y bolitas de barro, que se seco en el sol, por falta de piedras. Lo único que me sobró, era salvar el pico de un pájaro muerto.

Los loros eran mis acompañantes en los días de trabajo, o de observación en el campo y en los montes. Nunca me atreví a subir a los arboles altos, ni lo pedí a nadie, aunque mi deseo de tener un loro como mi amigo era grande. Un día vi en el suelo al lado de un canafista alto algo moviéndose. Me acerque y vi un loro pequeño, que se cayó o a quien le echaron del nido.

Me pareciera como un angelito, que fue echado de su lugar del cielo. Le atrapé suavemente y me lo llevé a mi casa. Tan pronto puso confianza en mí y en mi señora. Le dimos a comer de todo, para aprender que más le gusta. Una manzana era uno de sus favoritos.

Como se agarro en mis dedos este angelito verde del cielo azul.

Los días en casa eran poco todavía, peros sus plumas crecieron y en las noches le pusimos en su jaula, por miedo de nuestros propios gatos, el perro ni lo miró. Alguien, que come verduras, no era competencias para él. Pero no hicimos, que todo el mundo sabe, no le cortamos sus alas y sus plumas y tenía que pasar lo que paso.

Abriendo su aula, probo como Leonardo da Vinci sus plumas y el invento natural funciono. De un árbol no se bajo mas y en el intento de rescatarlo empezó a volar mas lejos y se perdió en arboles más lejos.

El angelito verde, o el ángel caído se levantó y busco otra vez su lugar en las alturas.

Con víboras corrí carrera, a veces atrás de ellos, a veces para alejarme de ellos.

Arañas pollitos me persiguieron y una quiso dormir en mis zapatos y yo quiso caminar con ellos. Yo perdí la guerra por mis botas. Una mordida en mi dedo de pie me aviso del nuevo dueño de mis botas. Lleno de miedo de morir me esforcé de llegar a la civilización y lo logre por mí mismo. Aguanté el veneno.

El continente de los indígenas, de los mayas y aztecas y de los dioses me enseño vivir con la escasez en lo material. Pero me enseño vivir con más emociones, con más alegría y con más tristeza.

Los altibajos eran enormes, cada uno en su extremo.

El sol quemo mi piel y el viento del sur, de la antárctica me hizo temblar.

El olor del fuego y el humo de madera mojado en las madrugadas con su mate caliente me despertó e hizo olvidar las pesadillas de los sueños nocturnos.

El barro en los caminos en días de lluvias me enseño, que no hay prisa cuando uno no puede desplazarse.

Aprendí la paciencia, conocí que no hay cosas más lindos, que una lluvia esperado después de días o semanas de sequia.

Aprendí abrir la tierra con un caño de bambú y en poco tiempo salió agua como de un caño de una instalación de plomería en una casa.

Tome agua, que vi nacer de las tierras aparentemente secas.

Sin teléfono sabia, si alguien piensa en mí, o estaba a llegar. El silencio me hablo y comprendí lo que me dijo.

El picaflor o el colibrí fue mi pájaro preferido. Lo primero lo que sentí de él era el ruido de sus alas cuando estaba a metros. Muchas veces me miro en mis ojos, hizo giros alrededor y vino otra vez a observarme. Era cada día un regalo del cielo.

La tristeza a veces me agarro fuerte. Todo era lindo, hermoso, hasta el sufrimiento que te dejan sentir los elementos, o sus faltas, eran hermoso. Pero me falto algo, y eso era mi familia, mi patria. El deseo de sentir el olor del aire, escuchar el viento en mi patria era enorme.

Pero el planeta de mi patria era lejos. El planeta con el numero 12 contado del centro del sol hacia el universo era en su giro para alejarse del sol. Recién ahora está en camino al centro de este sistema otra vez y el momento de un viaje hacia él era bueno. Usando la gravedad de mi tristeza y lo de la luna hui de este extraño planeta y emprendí un viaje a mi patria.

No me importo mas el consejo de los ANUNNAKIS de no volver más, me arriesgue chocar con una civilización diferente, como la conocí cuando salí de mi patria.

Tomé el riesgo de no encontrar más mis amigos de antes, familiares ya hicieron sus viajes al mas allá. Ya mucho de ellos se unieron con el creador.

En fin viajé, llené mi alma con alegría de ver mi familia y tristeza de no encontrar más tanta gente.

Hice brindis con mis dioses, recé en mis lugares sagrados, puse lágrimas sobre la tierra de mis padres. Inhalé el aire de mis antepasados, deje una vez más huellas en mi tierra y volví a mi segunda patria con un espirito renovado.

Que dios bendiga mi patria y su gente.

Que mi patria me perdona, que deje entrar en mi corazón el cariño a una patria nueva.

Así hablo ENKI, hijo del Rey de los ANUNNAKIS, cuando visito su familia en el planeta lejano, el planeta doce, llamado NIBIRU.

Así hablo Josef, hijo de un humilde Agricultor, cuando visito su familia en el planeta lejano, el planeta, llamado AUSTRIA.

SALUDOS Josef Bauer

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